sábado, 31 de diciembre de 2011
lunes, 26 de diciembre de 2011
viernes, 23 de diciembre de 2011
jueves, 22 de diciembre de 2011
domingo, 18 de diciembre de 2011
Si hace una semana citaba Easy A como la excepción a las películas de instituto, el Grinch es lo propio a las navideñas. No nos engañemos, posee todos los ingrdientes principales: una población devota por la festividad, casas adornadas con tantas luces que podrían ser visibles desde el espacio, villancicos, una niña adorable (Taylor Momsen, la punkarra Jenny Humpfrey de Gossip Girl, cuando el maquillaje aún dejaba ver el color de sus ojos) y un malo malísimo que termina por hacerse bueno gracias al amor. Ahora el reto está en saber combinar adecuadamente estos elementos.
La película está basada en el libro escrito por Dr Seuss en 1957 "Cómo el Grinch robó la Navidad". Hollywood llevaba años luchando por sus derechos, que el autor se negaba rotundamente a ceder, hasta su muerte en 1991. A partir de ahí, todo consistió en una serie de trámites y en el año 2000 vio la luz esta cinta.
Dentro de un copo de nieve se sitúa el pueblo de Villaquién, y sus habitantes, los Quién, adoran la Navidad. Todos excepto uno, el cínico y misántropo Grinch (Jim Carrey), que vive apartado en lo alto de una montaña con su perro Max como única compañía.
Cuando la pequeña Cindy Lou (Taylor) se entera de su existencia, se interesa por él, y comienza a investigar acerca de su pasado. Descubre que era un niño de inusual apariencia objeto de las burlas de todos, lo que lo llevó al aislamiento y la hostilidad, y a tener un corazón dos tallas menor. Emocionada por la historia, Cindy decide ir a buscarlo e intentar integrarlo en la sociedad, pero, como es de esperar, sus esfuerzos desembocan en una serie de catástrofes que están a punto de arruinar la gran fiesta navideña.
La película es un compendio de cálidos y anticuados valores familiares adornados con una increíble decoración, maquillaje y vestuario. Jim Carrey nos deleita con una virtuosísima actuación, muy en la línea de La Máscara, contorneando todo su cuerpo frenéticamente a pesar de el enorme y peludo traje verde que lo envuelve, poniendo un sinfín de voces divertidas y corriendo arriba y abajo de la pantalla con la energía de un niño de 6 años que haya tomado demasiada CocaCola. Además, los efectos visuales son otro punto a favor, transportando al espectador a ese mágico mundo que es Villaquien. Los escenarios son idílicos paisajes invernales, cubiertos del cielo al suelo por capas de suave nieve e infinitas luces de colores.
Como narrador, Anthony Hopkins (en la verisón original) resulta ideal para recitar los versos de la historia, y presentarnos al final su moraleja anti-consumista, aunque poco clarificada (es Hollywood, al fin y al cabo).
Excepto alguna trama argumental que en mi opinión sobra, como el triágulo amoroso ente el Grinch, la mujer del alcalde y el alcalde, y pese a la cantidad de clichés que presenta, es una película tremendamente entretenida perfecta para una hogareña sesión de cine con manta, sofá y un café calentito.
sábado, 17 de diciembre de 2011
Noche cerrada, cegada por las luces de una ciudad que se negaba a dormir. Yo también me negué entonces. Cambié el horario de mi reloj hasta situarlo por debajo del ecuador, quizá engañase el tiempo haciéndole creer que había huido hasta Las Bahamas. Quizá.
Anduve atropellando hojas secas de otoño, cruzando sonrisas y roces de mano. Anduve hasta caer rendida frente al único bar, de entre cientos, en el que estabas tú.
Fue un cruce de miradas, de una punta a otra, con tus labios oscuros dejando escapar el humor de un cigarrillo. Ese fue tu primer y último golpe de la noche.
Mi copa tembló hasta hacerse añicos y mi pecho sufrió el dolor agudo del infarto. Cómo y por qué no llegué a saberlo.
La taquicardia no consiguió matarme, después de todo. Y eso que el primer impacto dejó a mi corazón exhausto, a punto de explotar con un sólo latido de más. Pero ese latido no llegó, de modo que todo estuvo en calma algunos segundos después. Probablemente suene estúpido pero lo cierto es que la muerte consiguió salvarme. Ese instante en que el mundo dejó de girar para mí, ese pálpito que no sucedió. Sólo me queda darte las gracias por haber concurrido el único bar, de entre cientos, en el que yo entré aquella noche vestida de día.
La taquicardia no consiguió matarme, me mató tu mirada.
viernes, 16 de diciembre de 2011
Descubrió que la primavera había huido de los cuadros florales del salón, que los mirlos piaban un réquiem. Descubrió también que los edificios de enfrente se habían vestido de luto. El invierno, eso era el invierno en su retina.
Salió dejándose la desolación vigilando el piso. Huyó de si misma y se reunió en la memoria de la década anterior. Cuando el invierno era sinónimo de nieve y risa, respiración unísona e imperturbable. Ahora todo aquello le resultaba nimio y banal. ¿Despegó finalmente el avión dejándola en una tierra marchita por el paso del invierno?
No podía recordar la última vez que el llanto la acunó en la calidez del sofoco. La lluvia tenía miedo de caer y se retenía en el borde, dejándola a medias, en ascuas, sin tormenta, sin sol, sin emoción. Sin mimo por parte de nadie. Ni el aroma de la pasta al dente con hierba buena podía mecerla. El invierno devastaba su vitalidad dejándola sumida en la inercia de los segundos.
El paseo duró una eternidad y pronto se descubrió sola frente a la inmensidad del lago de su infancia. El que reunía a las familias en domingo y a los cisnes en días de sol. Ahora se cernía la niebla y la soledad. En ese momento ella fue el lago. Se hundió en la profundidad del lodo hasta ahogarse. No esperó que la primavera la socorriera, sabía que no lo haría. Y murió, dentro de sí misma murió. El réquiem de los pájaros cesó y ella despertó de nuevo en una habitación blanquecina con vistas a una ciudad sometida al invierno. Pero ya no dolía tanto.
jueves, 15 de diciembre de 2011
martes, 13 de diciembre de 2011
Cuando entró en el piso la mañana siguiente, supe por primera vez qué era el pánico. Algo dejó de funcionar en mi sistema nervioso y mi bien lograda ataraxia huyó abandonándome. Allí, húmeda por las lágrimas, conté las baldosas del suelo y los paneles del techo. Hecha un ovillo con el mentón en las rodillas, mi vida cambió.
Me sumergí en la poesía infinita, que empieza y termina con el mismo verso, obligándote una y otra vez a recitar los siguientes. Martilleaba las sienes con contundencia y maestría, haciendo daño de mil formas distintas. Mi mente dejó de pensar, mi cuerpo dejó de vivir. Pasaron meses. Me desperté.
Cuando digo que me desperté, hablo ciertamente, de un stop en mitad de una autopista de alta velocidad por la que circulaban todos mis sueños hacia el Norte. Sin fila y casi compitiendo, me abandonaban. Salían con la escopeta en el trasero de mi mente. Casi me había quedado vacía. Y luego ese maldito stop.
Desperté y miré el mismo techo de paneles blancos y las mismas baldosas de granito sobre las que una mañana de hacía —lo que yo entendí en ese momento— muchos años, mi vida había cambiado. Pero era algo más, su estado era comatoso. Al menos hasta ese momento. Y quise gritar pero las fuerzas se habían esfumado y el tiempo no era apropiado. Vi por la ventana que iba a llover, así que me levanté y recogí una colada que había olvidado en el balcón.
De lo que él era y lo que fue más tarde no volví a saber nada. Abandoné la idea de volar cuando el último pájaro se coló antes de que el stop retuviera, por supervivencia, el último sueño que me ataba a la vida. Mi último sueño no lo recuerdo, pero está ahí. Por el momento he encontrado este gato, con eso suman dos. Dos sueños valen para vivir durante mucho tiempo con alguna que otra sonrisa. Y con la melancolía, claro, ha vuelto a instalarse.
"—Sean buenos y perdonen mis metáforas", como dijo aquel viejo guionista bohemio.
lunes, 12 de diciembre de 2011
domingo, 11 de diciembre de 2011
sábado, 10 de diciembre de 2011
La insoportable levedad del ser es un libro de filosofía enmascarado en forma de novela, o una novela con pretensiones de libro de filosofía. De cualquier forma, es una obra extraordinaria.
Ambientada en Praga en 1968, y por tanto con la Primavera de Praga como telón de fondo, trata la historia de un hombre y una mujer, Tomás y Teresa, y de sus dudas existenciales, especialmente en cuanto a las relaciones sexuales y amorosas. El libro relata escenas de la vida cotidiana, pero trazadas con un hondo sentido trascendental. Todo ello sobre un tema abstracto y milenario, el de la inutilidad de la existencia y la necesidad o no del eterno retorno de los momentos para dotar a la vida de sentido, como ya planteaba Nietzsche. Cómo puede ser la vida una buena profesora si sólo tenemos una para vivirla? Cómo podemos actuar en su gran obra si el ensayo para la vida es la vida misma?
Kundera trata a sus personajes de una forma bastante simple, empleándolos para plantear una serie de cuestiones en lugar de sumergirse en una profundidad psicológica. Y aún así fascinan. Los sentimientos y motivaciones de Tomás y Teresa acaparan enseguida la atención del lector. A Kundera le interesan el amor y el sexo, y el modo en que crean lazos en las personas, siendo tan ligeros y vulnerables, y a la vez tan importantes. En una época en que la ideología y la opresión política crean paranoia y estupidez y el sentido común en la vida diaria parece a punto de derrumbarse - la Checoslovaquia post-68- el amor y el sexo son de las pocas cosas que quedan a las que aferrarse. Sin duda es una de las mejores obras representativas de la crítica comunista en la Europa del Este. Por este motivo tuvo que ser publicada por primera vez en Francia en 1984, y no pudo ver la luz en su Chequia natal hasta el año 2006.
El libro juega con los opuestos: la vida y la muerte, el peso y la levedad. Tomás encarna la livianidad, cómo pasa de una amante a otra porque no soporta acostarse con una sola mujer, manifestando su clara separación del sexo y el amor. Mientras tanto, Teresa lucha con el peso, al sentirse destrozada por las infidelidades de Tomás pero a la vez deseosa de seguir a su lado. Y es que la novela pretende entender las relaciones humanas, intentando identificar qué nos hace precisar tan desesperadamente de compañía y explicar los complejos deseos que poseemos. Es la ausencia de toda responsabilidad una verdadera "levedad"? Puede esta absoluta ligereza llegar a volverse insoportable y aplastanos bajo su peso? El libro nos enseña lo vulnerables que somos, lo miserables que nos pueden hacer nuestros deseos contradictorios, impulsos y aspiraciones. Kundera también reflexiona sobre las decisiones que tomamos, y el modo completamente aleatorio en que estas desembocan, basadas quizá en infinitas sucesiones de casualidades.
"El crepúsculo de la desaparición lo baña todo con la magia de la nostalgia."
"¡En efecto, quien busque el infinito, que cierre los ojos!"
"La verdadera bondad humana, con toda su pureza y libertad, puede ponerse en primer plano sólo cuando su recipiente no tiene poder. El verdadero examen moral de la humanidad, su examen fundamental (que yace enterrado profundamente lejos de la vista) consiste en su actitud ante esos que están a su merced: los animales. Y en este sentido la humanidad ha sufrido una derrota. Una derrota tan fundamental que todas las demás provienen de ahí."
"La cultura sucumbe bajo el volumen de la producción, la avalancha de letras, la locura de la cantidad. Por ese motivo te digo que un libro prohibido en tu país significa infinitamente más que los millones de palabras que vomitan nuestras universidades"
"El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien, si no en el deseo de dormir con alguien"
martes, 6 de diciembre de 2011
lunes, 5 de diciembre de 2011
peli de la noche: Good Bye Lenin!
Poco antes de la caída del muro de Berlín, la madre de Alex (Daniel Brühl) entra en coma. Durante los meses en los que se ausenta el país en el que vivía y del que era ferviente activista, la República Democrática de Alemania, se desmorona. Al despertar, su delicado estado de salud obliga a su hijo a crear la ficción de que el muro nunca ha caído. Esta fantasía sobrevive gracias a la inconmensurable voluntad de un Alex acuciado por las evidencias de la realidad. A partir de ahí encontramos dos películas, la trama que se desarrolla en el mundo real y la historia-ficción que Alexander urde y que, como él mismo nos dice, acaba por cobrar vida propia y por convertirse en la Alemania que él siempre habría deseado.
Esa mentira, y cómo Álex se las ingenia para convertir la habitación de su madre en el último recodo puramente socialista de la RDA, llena la historia de escenas divertidísimas como la repentina aparición del cartel de Coca-Cola o cada uno de los falsos informativos de noticias que Álex y su amigo Denis graban. Pero, al mismo tiempo, esconde cierta crítica social hacia la situación política y económica del momento, aderezada con un sinfín de comentarios irónicos sobre el poder de Occidente que arrancarán más de una sonrisa. La película no entra explícitamente en juicios políticos sobre ventajas y desventajas del comunismo vs capitalismo, sino que sigue la peripecia de unos personajes bastante comunes que intentan sobrevivir día a día, cosa difícil en todo tipo de sistema, aunque inevitablemente unos sean menos malos que otros. En su discurso, el filme toma imágenes reales y las incrusta de forma inteligente, logrando una atmósfera creíble; como la inolvidable imagen de la estatua de Lenin cargada por un helicóptero.
Un relato así atrapa al instante, pero si, además, le añadimos unas buenas interpretaciones, una encantadora banda sonora de Yann Tiersen, que provoca un sinfín de emociones a la vez, y toda la carga dramática de una historia familiar compleja, el resultado es una muy buena película, donde se mezcla la nostalgia por la muerte de la utopía, la euforia por el cambio, y la aceptación de la nueva realidad. Que otra mentira sustituya a la antigua.
Lo de ser un pequeño punto en la extrema magnitud del mundo, puede desarrollarse para que suene peor, porque serlo conlleva muchas otras cosas. Conlleva ser un activo más en las estadísticas, por ejemplo en la de jóvenes, catalogados de poco inteligentes (en los mejores casos), que algún que otro sábado salen a beber litros y litros de alcohol para luego vomitarlos en las alfombras de seda que sus madres compraron en Nueva Delhi (también en el mejor de los casos) o amenazarse con ballestas y acuchillar a ancianos (¿es redundante decir que esto es en el peor de los casos?), aunque tú no hagas lo último y justo el día en el que realizaron el recuento para la estadística, vomitaras en la alfombra de lana nepalí que fue adquirida en una subasta, no importa, estarás representado en el porcentaje de los que no. No hay escapatoria a la estadística. Otras cosas a las que conlleva lo de pequeño punto, es que Inditex cuenta contigo cuando produce un millón de jerséis iguales; que por diminuta que seas, aumentas el calentamiento global y eso es muy grave porque el mundo comenzó a existir un día para existir por siempre y estaría muy mal que fuera el calor globalizado lo que lo detuviese; que siempre habrá alguien más guapa que tú (discúlpame Julia [Roberts]) y alguien más feo (ay, he pasado por alto que eres Picio), también alguien más inteligente (lo de Edison no tiene tanto mérito, era fácil destacar en una época en la que ni la bombilla estaba inventada) y más memo (tampoco hace falta especificar), así como alguien más asquerosamente rico que tú (Bill Gates no cuenta como humano) y alguien más infinitamente pobre (sí, los niños que se mueren de hambre sin nombre son, o fueron, alguien), lo de memo, pobre y feo es importante considerarlo porque no podrás decir nunca honradamente: ¡oh, Dios mío, soy el ser más memo de toda la faz de la tierra! Ni:¡claro que merezco esa beca, no existe nadie más pobre que yo! Ni tampoco: ¡Pero cómo voy a gustar a Nicole Kidman, soy la persona más horrible de toda la historia, no estoy a su altura estética! Porque puesto a ser desgraciado, lo interesante es serlo el más.
Más asuntos que derivan de ser un pequeño punto: tener que producir un kilogramo de basura al día, si vives en un país desarrollado, y entre 400 y 700 gramos si lo haces en un país en vías de desarrollo; no poder tener más de un hijo varón si eres chino; y la tentativa posibilidad de creer poder convertirte en artista para así poder escapar de la mundana ordinariez de ser igual que los demás, y escribir algo; aunque ya existirán cinco películas sobre el mismo tema, setecientos millones cuarenta y tres mil habrán considerado la idea de escribir sobre el mismo algo que tú, pero se habrán sentido perezosos para llevar a cabo la idea (otra vez un pecado capital es útil; ahora, para salvarte de ordinariez extrema), ciento sesenta y ocho publicaron un libro que tocaba el tema solo de pasada, setenta y dos fundamentaban en ello su obra, pero afortunadamente, cuarenta estaban mal escritos, por lo que sí; si publicaras un volumen sobre algo como tema de partida, no serías extremadamente ordinario, sino ordinario a secas.
domingo, 4 de diciembre de 2011
sábado, 3 de diciembre de 2011
Address Is Approximate from The Theory on Vimeo.