jueves, 23 de junio de 2011

Siempre con la soga al cuello. Condenada a vivir bajo la presión que ejercen involuntariamente sobre ti aquéllos que te quieren. Siempre temblando ante el miedo a no dar la talla, a no estar a la altura de ese listón que ellos han colocado muy por encima de donde alcanza tu cabeza.

Y es entonces cuando el terror te posee. La meta se vuelve aún más lejana y difusa, el cuerpo falla, los músculos no responden y la cabeza te impide pensar con claridad.Imposible concentrarse, el intento resulta fallido.

Así que de nuevo vuelve a acecharte una sensación para nada desconocida que crispa tu ánimos y tus esperanzas. la decepción se hace latente, no tanto por no haber conseguido superar la prueba, si no en realidad, por no haber cumplido con la expectativas de quienes depositaron toda su fe en ti. la presión se va haciendo insoportable, derrota tras derrota, ante cada nuevo reto has de cargar con el peso de infinitas decepciones anteriores y con el de infinitas esperanzas futuras. Un peso demasiado grande para poder caminar con normalidad, sin dar traspiés o desfallecer bajo la fuerza a la que estás sometida.

De nuevo el miedo. Atrapada en un infinito círculo de objetivos inalcanzados. El miedo a la valoración, el miedo al diagnóstico, el miedo al qué dirán, te hace tirar la toalla antes de saber siquiera si vas a ganar o perder. Y así todo se tuerce. Bocetos a medio pintar, textos que se van a la basura nada más ponerles el punto y final, estudios abandonados cuando aún no sabes ni de qué va la materia. Una sucesión de retiradas prematuras con el objetivo de salvarse de la derrota, aún cuando no conoces tus posibilidades de vencer. Ya no hay decepciones, ya no defraudas las expectativas, pero tampoco las cumples. Y en ti queda un inmenso vacío provocado por la incertidumbre del qué podría haber pasado. Un vacío por la curiosidad de en qué habrían llegado a derivar todos esos proyectos que dejaste a medias si te hubieras atrevido a sacarlos adelante, llegando hasta el final.

Pero no importa, de nada sirven las meras suposiciones acerca de un futuro que nunca se verá realizado. Esta noche volverás a acostarte repasando mentalmente la lista de ideas sin consumar, esperando que mañana la musa llame a tu puerta con las instrucciones exactas de la perfección.

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