Hoy es uno de esos días en el que viento viene a mí, me envuelve los brazos y me susurra en el oído. Jamás me he sentido sola y sin embargo, hoy creo que el mundo es más grande y más inmenso y que soy el punto físico más diminuto de la galaxia. Me lo está contando el viento mientras entra por la ventana y todo se queda quieto. Las sonrisas permanecen eternas y las manos congeladas en el tiempo expresan alegría y emoción. Yo me miro los pies por no mirar sus rostros y sin darme cuenta, se me escapa una ojeada y ya está. ¡Todo en marcha de nuevo!
Algunos cantan y otros me miran con ternura y yo noto la sangre en mis mejillas coloradas. La música me turba y alguien con una cámara de fotos no deja de hacer clickclickclick, creo que me voy a poner a llorar pero... ¡oh! Todo está tan lleno de color y ellos sonríen tanto...
No sé qué esperan de mí pero si dicen que sople, soplaré, como en el cuento que me narran por las noches. Y es curioso que el hecho de soplar estalle en carcajadas y aplausos, como si de verdad hubiera derribado una casa. Me siento importante y pese a ser diminuta en la galaxia hoy veo que es mi día y que todas estas personas sonríen por mí. Yo sigo sin entender nada y cuando me dan a probar una cucharadita de eso dulce y esponjoso se me van todas las preguntas de la cabeza, ¡quiero más tarta!
No sé qué día es hoy, pero espero que se repita por lo menos una vez al año, con eso ya sería muy muy feliz.
…Y parece mentira que de esto hayan pasado veintidós años ya
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