miércoles, 8 de junio de 2011

22

Decía Rilke que la verdadera patria de un hombre es su infancia, esa etapa en la que la conciencia es una nebulosa, cuando todo es ensoñación y candidez y de la que guardamos recuerdos que no se olvidan y que configuran lo que somos a lo largo de nuestras vidas. No se tarda mucho (y a menudo sin siquiera consciencia de ello) en atravesar la frontera que nos lleva a la adolescencia, a la primera juventud, que va unida al proceso de la pérdida de la inocencia, a la desolación que produce el abandono del paraíso. Hay un avance de lo consciente, la identidad se va configurando pero, muy pronto y sin que nos demos cuenta, vamos cruzando esa delgada línea que nos hace adultos.
Ahora hemos llegado a ese momento de nuestro viaje en el que hemos de ir soltando amarras, y enfrentarnos con nuestros propios medios a las dificultades de la navegación, pero recordad, como decía Kavafis, que lo importante no es la meta, si no el camino.
Y qué mundo nos espera? nuestra vida transcurre en un pequeño planeta que forma parte de una galaxia que forma parte de las miles de millones que constituyen la inmensidad del universo. esta nave espacial se desplaza a más de 100.000 km/h en una órbita determinada que el hombre no puede cambiar; pero dentro de la nave hay problemas: pobreza, guerras, intolerancia religiosa... que, eso sí, nuestra generación puede ayudar a transformar. La sociedad está cambiando. Hoy, caminar por las calles de cualquier ciudad es, como diría Cortázar "dar la vuelta al día en 80 mundos". Necesitamos, entonces, de una cultura cívica que exprese lo que somos, pero que también respete la diversidad personal, sexual, religiosa, cultural o lingüística.
Y, hablando de cultura: es cierto que la tónica de visibilidad contemporánea es unidimiensional. No vemos más allá de lo evidente, de lo que el poder quiere que veamos, y la mejor manera de recuperar la tridimensionalidad es a través de la cultura, artística, literaria y científica. vivimos tiempos de especialización, existe una barrera entre las artes y las ciencias que nuestro sistema educativo se empeña en mantener, pero ambas buscan la verdad, viajan desde el mundo real hacia todos los mundos imaginables.
Y, si me permitís un consejo, aquí va: sed utópicos. Los logros más importantes de la humanidad se deben precisamente a la utopía, a ese impulso de trascender las dificultades de la realidad. Saber distinguir los ecos de las voces, el barro del oro, el alboroto de los latidos del corazón.
Buscad el equilibrio entre el ahora y el posible mañana, y aprovechad estos años inolvidables antes de levar el ancla definitivamente.
Para terminar, os deseo un buen viaje sin importar cuantos puertos hayáis visitado o cuántos os queden por delante, y que reméis siempre en la dirección donde donde están (dónde estamos) los que creemos que un mundo mejor es posible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario