Déjame que te cuente una historia. O, mejor dicho, mil historias. Porque cada detalle, cada momento, tiene su propia historia, aunque luego se agrupen en un todo y conformen esto que te voy a contar. La magia de una vida fragmentada en mil pedazos, esparcidos en mil lugares, en mil personas, cada uno de ellos brillando hasta componer todo un firmamento de recuerdos.
Déjame que te hable de días, de horas, de huellas que ni el tiempo logrará borrar. De sol, de lluvia, de niebla y de cómo siempre terminas metiendo el pie en el charco más profundo. De segundos que parecen eternos y de eternidades que semejan segundos, de la efimeridad de todo aquello que no quieres que termine jamás.
Déjame que te hable de batallas perdidas con orgullo y de victorias del más amargo sabor, de disparos certeros al mismo centro de la diana, de blancos imposibles.
Déjame que te cuente acerca del momento preciso, de las palabras exactas, de la sonrisa inesperada que se esboza cuando todo sale bien sin haberlo previsto.
Déjame que recoja todo eso y lo archive en un álbum mágico que siempre pueda abrir por la página adecuada cuando haga falta una dosis de pasado para seguir adelante.
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