Cuando escribes sobre un lugar que te encantaría conocer pero en el que nunca has estado, tiendes a idealizarlo, a darle en tu mente la forma que te gustaría que tuviera. Cuando pienso en Calgary pienso en una capital aislada, en las rocosas, en el frío norteño. Pienso en la inmensidad de los lagos de aguas cristalinas y en sitios altos. Y, por supuesto, pienso en esta preciosa canción de Bon Iver.
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