viernes, 9 de marzo de 2012
Ciertas decisiones importantes que conllevan un cambio y un desafío van acompañadas de sensaciones agridulces. Dulces por la motivación del nuevo cambio, las posibilidades, el futuro que ves con tanto optimismo. Y un poco agrias por lo que dejas atrás, y por ese temor a lo desconocido que acompaña al reto de abandonar una situación cómoda y segura. Alguna vez he escrito y dicho una frase que me gusta: lo más difícil de aprender en la vida es decidir qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar (Bertrand Arthur William Russell). Y es que, por muy convencida que una esté de la decisión tomada, es humano sentir cierto miedo ante ese nuevo mundo desconocido. Pero generalmente todo en esta vida es cumplir ciclos y empezar otros nuevos, y cuando todo a tu alrededor te marca que ya has completado uno de estos ciclos, sería absurdo anclarse a una situación que poco más tiene que ofrecer. Algo nuevo está por aparecer, solo es cuestión de estar atento, y muchas veces las ocasiones se presentan solas como fruto del esfuerzo anterior. Y siempre hay que mirar hacia delante.
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