se abrían y se cerraban ventanas, mil ventanas, y tras cada una se escondía el miedo. sentí la soledad como el paisaje del pánico. me temblaron las manos. supe que el miedo era el mío. el laberinto infinito.
quise escapar, perderme, esconderme donde el tiempo es sombra, desaparecer donde se diluye el deseo. pero el deseo lo sentí trepar por mis piernas, y me empujó hacia adelante más fuerte que el miedo.
siempre el mismo cielo, el mismo asfalto. desesperación. quisiera abandonarme al silencio, escapar del rumor constante que deja el recuerdo. el ruido nunca deja de sonar, lo llevo dentro.
mi cabeza. mil esquinas.
nací desorientada, para qué negarlo.
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