es increíble cómo, por muy gilipollas que seas, tu alma sigue dispuesta a acompañarte. las almas deberían tener una prerrogativa legal para largarse en el mismo momento en que sobrepases un determinado umbral de comportamiento: yo me he puesto el límite en hacer trampas jugando al poker, yo en el robo por valor superior a los 50 , yo en la ridiculez. Imaginaos todas las almas del mundo haciendo autostop en la cuneta de las autopistas para intentar encontrar nuevos lugares en los que vivir, todas ellas enarbolando señales diseñadas para atraer tu atención y que las elijas como pasajero: "yo canto!", "yo cuento chistes!", "yo hago kung-fu!".
No merezco un alma, y, aún así, tengo una. lo sé porque me duele.
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