No sé cuánto tiempo más vas a estar ahí parado, pero para coger frío mejor entra. Entra y sírvete una copa, como en los viejos tiempos.
Creía que nunca volvería a verte, a decir verdad, pero ya ves, yo también puedo estar equivocada. Y más cuando se trata de nosotros. Hemos sido un continuo ir y venir del norte al sur, entre vientos y ciclones. No recuerdo si un día fuimos brisa pero de ser así, de eso ya no queda nada más que la calma que la distancia nos ha dejado después de tantos años de tempestad.
Perdóname por ser brusca u opaca, me encantaría transparentarme y que pudieras ver mi interior, pero conociéndote te asustaría. No quiero atormentarte, no quiero que des media vuelta y me sumerjas de nuevo en el olvido. Lo cierto es que… mi ritmo cardíaco se paró hace mucho tiempo y ni los pulmones han conseguido sobrevivir a ello. Del estómago sólo me queda el pedacito que uso para hablarte y me faltan tres cuerdas vocales. Ya no tengo ningún cuerpo de guitarra, soy consciente, pero espero que sepas comprender cómo la tristeza y la gravedad han influido en la piel muerta que tienes ahora frente a ti.
Con todo esto sólo he querido decirte que esta última visita me está reconfortando los huesos y ahora puedo afirmar que brilla el sol en los recodos de algún tronco del bosque. Lo veo brillar y me hace sonreír. También me hace sonreír tenerte aquí, aunque no me quede a penas tiempo para llevar mis labios a los tuyos y besarte por última vez. Espero que algún día puedas perdonarme.
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