Cuentan las historias (pero no de esas que se escriben el los libros ni se estudian en los colegios) que una vez había un chico que nunca perdía al trivial. Daba igual la versión, año o temática, siempre era el primero en conseguir los seis quesitos. Según se dice, ese chico creció en una bonita ciudad costera del noroeste peninsular, cuyo combre (creo) tenía algo en común con cierto actor de el señor de los anillos, donde fue desarrollando su vida, estudiando en la cima de un monte donde conoció a un adorable grupo de encantadores, y de aquéllas todavía inocentes, adolescentes. Juntos, ese grupo compartió un incontable número de experiencias, de esas que tienes que vivir entre los 12 y los 19 para forjar todo lo que vas a ser el resto de tu vida. Pero un día allá por el verano de 2007, por circunstancias naturales, tocó alejarse del amparo natal, y cada uno partió en una dirección diferente. El chico de esta historia dejó las costas atlánticas y las cambió por las aguas termales de Ourense, decidido a convertirse en el mejor enfermero que jamás pudo existir. 3 años después, su propósito se hizo realidad, y era tan bueno que hasta el Dr. House lo quiso para su cunsulta, pero ya se sabe, como se fue 13, Cuddy lo obligaba a contratar a una mujer.
Y, a todo esto, en ese grupo de emigrados había una chica de cabeza roja, que el 12 de diciembre de 2010 hubiera querido tirarle de las orejas al chico de la historia e irse a la playa a jugar al baloncesto, pero como su reclusión en la ciudad de los guiris y funcionarios se lo impedía, le deseó feliz cumpleaños en el lugar más omnipresente del mundo: internet.
Felices 21, Sebas!
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