miércoles, 17 de noviembre de 2010

Sentía el calor de los cuerpos sobre el mío, y cómo mi frente se iba humedeciendo en sudor. El espacio en el que me movía cada vez era más reducido, hasta el punto en el que no podía realizar un simple giro sin rozarme con un mínimo de cuatro personas. Me sentía agradablemente aturdida, un éxtasis que no había experimentado nunca antes se apoderaba de mí. Pensaba en la sangre recorriéndome las venas muy despacio, y en como mis latidos, aunque lentos, resonaban tan fuerte que se elevaban por encima de la música, y se convertían en el ritmo que todos seguían. No reconocía a mis amigos entre la multitud, esta era un cúmulo de personas sin identidad, que ahora no podían significar nada por sí solas. En ese preciso momento, sólo podían tener sentido como parte de un todo. Ni siquiera yo podía transcender. Cerré los ojos y volví a abrirlos varias veces. Dejaba a mi cuerpo fluir entre el resto, ya ni siquiera tenía que hacer esfuerzo por mantenerme, aunque me dejara caer, el todo me sostendría. Rostros que pasaban cercanos al mío, manos que rozaban las puntas de mis dedos. En una de las veces en que cerré los ojos, sentí un aliento a la altura de mi nariz; para cuando los abrí, un chico de aspecto imponente y atractivo me decía algo que no lograba entender. No me molesté en elevar la voz para preguntarle qué decía, simplemente giré la cabeza y acerqué el oído. El volvió a repetirme algo, sentía su respiración en la oreja y me entró un escalofrío. Volví a no entenderle, así que me encogí de hombros dándoselo a entender, y entonces él, comenzó a besarme la oreja, y sentí su lengua avanzar hacia mi cuello. La tentación era grande, pero no era momento para besarse con nadie. La gente se empeña en trascender, ¿no podía conformarse con ser un punto del todo, que sencillamente bailase conmigo? Comencé a alejarme de él mientras le sonría en señal de disculpa, y otra vez estuve perdida entre mis queridos cuerpos cálidos sin rostro.

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