viernes, 11 de noviembre de 2011
“Nunca me sentí solo. He estado en una habitación, me he sentido suicida. Estuve deprimido, me he sentido horrible más allá de lo descriptible, pero nunca pensé que una persona podía entrar a una habitación y curarme. Ni varias personas. En otras palabras, la soledad no es algo que me molesta porque siempre tuve este terrible deseo de estar solo. Siento la soledad cuando estoy en una fiesta o en un estadio lleno de gente vitoreando algo. Citaré a Ibsen: ‘Los hombres más fuertes son los más solitarios’. Nunca pensé: ‘Bueno, ahora va a entrar una rubia hermosa y vamos a garchar y me va a frotar las bolas y me voy a sentir bien’. No, eso no iba a ayudar. Viste cómo piensa la gente común: ‘Wow, es viernes a la noche, ¿Qué vamos a hacer? ¿Quedarnos acá sentados?’. Bueno, sí. Porque no hay nada allá afuera. Es estupidez. Gente estúpida mezclándose con gente estúpida. Que se estupidicen entre ellos. Nunca tuve la ansiedad de lanzarme a la noche. Me escondía en bares porque no quería esconderme en fábricas. Eso es todo. Les pido perdón a los millones, pero nunca me sentí solo. Me gusta estar conmigo mismo. Soy la mejor forma de entretenimiento que puedo encontrar”
La senda del perdedor - Charles Bukowski
jueves, 10 de noviembre de 2011
miércoles, 9 de noviembre de 2011
De pequeña quería ser Dios. El Dios de los cristianos, con D mayúscula. Cuando crecí un poco me di cuenta de que mis expectativas eran demasiado altas y decidí rebajarlas un poco, entonces pasé a querer ser mesías. Esa vez tardé algo menos en darme cuenta de mi error, y de nuevo bajé unos cuantos peldaños en la escala de aspiraciones, para colocarme a la altura de los seres humanos: sería astronauta. La primera mujer (y el primer ser humano) en llegar a marte, y a júpiter, y a saturno... Pero a medida que pasaban los años, mi metro sesenta y mis nulas aptitudes físicas terminaron por hacerme descender unos kilómetros: me convertiría en piloto. Tendría mi propio avión, con el cual me escaparía a alaska, groenlandia, nueva zelanda y la antártida, para que, fuera donde fuera, todos las personas me parecieran iguales: meros puntos en la lejanía. no existirían hombres ni mujeres, blancos ni negros, rubios, morenos o pelirrojos, narices puntiagudas o mentones prominentes, sólo manchas borrosas sin identidad ni genética.
En términos generales, a los estadounidenses les gusta que sus presidentes no tengan más de dos vocales. Truman. Johnson. Nixon. Clinton. Si tienen más de dos (Reagan), no han de rebasar las dos sílabas. Y mejor aún si sólo tienen una sílaba y una vocal: Bush. Entonces repiten.
Middlesex - Jeffrey Eugenides
sábado, 5 de noviembre de 2011
"remember, remember, the 5th of November, the gunpowder, treason and plot. I know of no reason why gunpowder treason, should ever be forgot"
puede haber mejor forma de pasar una noche de sábado 5 de noviembre que leyendo V de Vendetta?
probablemente salir de fiesta, pero entonces a ver quien me despierta mañana a la 9 para ponerme con todo el trabajo pendiente
viernes, 4 de noviembre de 2011
Cómo empezar la crítica de una película como Hacia rutas salvajes cuando ésta me ha dejado tan completamente fascinada? A veces es más fácil opiniar sobre un film que tiene agujeros por todos lados. Se puede criticar una malísima actuación, un guión infumable o una historia que no tiene dónde cogerse. Lo malo es cuando te encuentras con uno que emociona, conmueve y mantiene tu corazón encogido como una pasa. Me siento en el deber de escribir algo que le haga justicia, y, dada la profunda impresión que me ha causado, temo no encontrar las palabras adecuadas para ello. Pero pondré a reproducir la banda sonora y, con la grave y espectacular voz de Eddie Vedder de fondo, intentaré hacerlo lo mejor posible.
Podría empezar por decir que los 140 minutos que dura (esto es, casi dos horas y media!) se me pasaron sin darme cuenta, pese a que imagino parecerá una cantidad de tiempo excesiva a aquéllos que no vean en ella más que un puñado de ideas utópicas expuestas sobre hipnóticos paisajes. Pero nadie negará que la historia de Christopher McCandless es, cuanto menos, fascinante. Con sólo 22 años, y recién graduado en la universidad, tira por tierra su brillante futuro y desdeña todo lo que le hubiese procurado una existencia acomodada, regalando sus ahorros y quemando el poco dinero que le queda en los bolsillos, para probarse a sí mismo en harmonía con la naturaleza. Una aventura que tantos hemos soñado, el huir del pragmatismo feroz que caracteriza nuestra cultura en busca de un estado de trascendencia inspirado como en este caso, a partes iguales por los inabarcables espacios vírgenes de norteamérica y los pensamientos e ideas de Thoreau, con ese radicalismo asocial y libertario, y la defensa de la soledad como único medio para conocernos a nosotros mismos y atisbar el verdadero espíritu de la naturaleza: "Las fronteras no son el este o el oeste, el norte o el sur, si no allí donde el hombre se enfrenta a un hecho" .
A diferencia de otras road movies, Penn (no he mencionado ya que el director del film es el genialísimo Sean Penn?) utiliza una estructura narrativa no lineal: comienza situando a Chis/alex en su destino final, Alaska, y va intercalando las diferentes etapas del viaje con la voz en off de una hermana entregada a la forma de ser del protagonista (pero mal doblada, merece la pena la VO). Así, su pasado, presente y futuro se van uniendo como un puzzle para explicar algo tan ilógico como la decisión de dejar atrás una vida de dinero y comodidades.
Y, como cualquier road movie que merezca ser digna de tal nombre, la fotografía es un punto tan fuerte que casi podría formar una película aparte. Desde Atlanta a california, de México a Alaska, dakota del sur, colorado, playas infinitas, cielos del más intenso azul, una alaska verde y blanca y lagos tan cristalinos que dan ganas de zambullirse en la pantalla del televisor son sólo parte de los numerosos escenarios que se muestran.
Luego están los personajes, comenzando por Chris/Alex, interpretado con grandísima fuerza por un Emile Hirsch que no merece otro calificativo que brillante, pues ha conseguido bordar un papel muy, muy complicado no sólo en el plano físico si no también en el emocional. No me cabe duda de que parte de ello se debe a la mano maestra con que lo debió dirigir Penn. Merece mención especial además Hal Holbrook (Rob), pues sus diálogos son el protagonista producen una ternura que traspasa la pantalla, pocas veces unas lágrimas en el cine han hecho tanto efecto. También es notable la compasión y dignidad con que se trata a dos personajes que tendrían todas las papeletas para hacer de malos de la película: los padres de Chris, en la piel de quienes se meten William Hurt y Marcia Gay Harden. Su incomprensión hacia su hijo y su desprecio hacia todo lo que se aleja de lo preestablecido no son incompatibles con una dolorosa humanidad.
Y, por último, poner el broche de oro con la banda sonora, compuesta e interpretada especialmente para la película por Eddie Vedder (cantante de Pearl Jam) que, como ya cité al comienzo, con esa grave y espectacular voz consigue fundirnos por completo con la historia, eliminando las barreras físicas para transportarnos al lado de Alex a lo largo de su viaje.
Se nota que Hacia rutas salvajes me ha gustado muchísimo, y es que me parece de esa clase de películas que no te permite seguir siendo la misma persona tras haber terminado de verla. Algo ha cambiado, y es que te hace pensar. Te hace pensar en cosas que quizá ya tuvieses en mente antes, pero a las que nunca has dado suficiente consideración.
lunes, 31 de octubre de 2011
domingo, 30 de octubre de 2011
miércoles, 26 de octubre de 2011
Da la impresión de que la pareja humana está hecha de tal manera que su amor es a priori de peor clase de la que puede ser el amor entre una persona y un perro (peor, no menor). Y es que este último es un amor desinteresado. Jamás se ha planteado los interrogantes que torturan a las parejas humanas: ¿me ama?, ¿ha amado a alguien más que a mí?, ¿me ama más de lo que yo le amo a él? Es posible que todas estas preguntas que inquieren acerca del amor, que lo miden, lo analizan, lo investigan, lo interrogan, también lo destruyan. Y algo más: el humano acepta al perro tal como es, no pretende transformarlo a su imagen y semejanza, está de antemano de acuerdo con su mundo canino, no pretende quitárselo, no tiene celos de sus aventuras secretas. No lo educa para querer transformarlo, si no para enseñarle un idioma elemental que haga posible la comprensión y la vida en común. Y luego: el amor hacia el perro es voluntario, nadie fuerza a ello (como el antiguo imperativo de "ama a tu padre y a tu madre"
Y lo principal: ninguna persona puede otorgarle a otra el don del idilio, eso sólo puede hacerlo un animal. El amor entre un humano y un perro es un idilio. En él no hay conflictos, no hay escenas desgarradoras, no hay evolución.