domingo, 29 de mayo de 2011
miércoles, 25 de mayo de 2011
-Se supone que una buena relación sentimental de “te quiero /me quieres” debe ser recíproca, “yo te doy-tú me das”, lo que podría llamarse un tomaydaca de carantoñas y enriquecimiento emocional, mental y hasta espiritual. Pero lo nuestro, lo nuestro no era recíproco, no era uniforme, no tenía el menor orden ni la intención necesaria para alcanzarlo. Lo nuestro era un tirayafloja de sentimientos, con el único fin de llevar la situación hasta el límite, al mismo borde de la explosión, forzar la maquinaria hasta producir un cortocircuito, un punto muerto, que provocaba una desaparición social para con el otro, de duración indeterminada y variable, hasta que el deseo y la soledad nos impulsaba a volver a ese abrazo recíproco que poco a poco se daba con menos fuerza. Que poco a poco era menos recíproco, y se convertía en otra lucha por llevar al otro al terreno propio. Y eso sólo está bien cuando ambas partes implicadas están de acuerdo en este “contrato emocional de relaciones”, cosa que para mi forma de ver, debería darse en todo intento de construcción de nido que dos (o más) personas quieren llevar a cabo.
-¡Pero yo te quiero!
-No has entendido nada.
-¡Pero yo te quiero!
-No has entendido nada.
lunes, 23 de mayo de 2011
domingo, 22 de mayo de 2011
Da la impresión de que la pareja humana está hecha de tal manera que su amor es, a priori, de peor clase de la que puede ser el amor entre una persona y un perro (he dicho peor, no menor).
El amor entre una persona y un perro es un amor desinteresado. Jamás se ha planteado los interrogantes que torturan a las parejas humanas: ¿me ama?, ¿ha amado a alguien más que a mí?, ¿me ama más de lo que yo le amo a él? Es posible que todas estas preguntas que inquieren acerca del amor, que lo miden, lo analizan, lo investigan, lo interrogan, también lo destruyan.
Y algo más: el humano acepta al perro tal como es, no pretende transformarlo a su imagen y semejanza, está de antemano de acuerdo con su mundo canino, no pretende quitárselo, no tiene celos de sus aventuras secretas. No lo educa para querer transformarlo, si no para enseñarle un idioma elemental que haga posible la comprensión y la vida en común.
Y luego: el amor hacia el perro es voluntario, nadie fuerza a ello (como el antiguo imperativo de "ama a tu madre y a tu padre").
El amor entre un hombre y un perro es un idilio. En él no hay conflictos, no hay escenas desgarradoras, no hay evolución.
El amor entre una persona y un perro es un amor desinteresado. Jamás se ha planteado los interrogantes que torturan a las parejas humanas: ¿me ama?, ¿ha amado a alguien más que a mí?, ¿me ama más de lo que yo le amo a él? Es posible que todas estas preguntas que inquieren acerca del amor, que lo miden, lo analizan, lo investigan, lo interrogan, también lo destruyan.
Y algo más: el humano acepta al perro tal como es, no pretende transformarlo a su imagen y semejanza, está de antemano de acuerdo con su mundo canino, no pretende quitárselo, no tiene celos de sus aventuras secretas. No lo educa para querer transformarlo, si no para enseñarle un idioma elemental que haga posible la comprensión y la vida en común.
Y luego: el amor hacia el perro es voluntario, nadie fuerza a ello (como el antiguo imperativo de "ama a tu madre y a tu padre").
El amor entre un hombre y un perro es un idilio. En él no hay conflictos, no hay escenas desgarradoras, no hay evolución.
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sábado, 21 de mayo de 2011
Sé que te duele aunque lo disimules. Créeme que yo también me perdí en algún cardinal entre el Norte y el Sur y voy vagando por el Ecuador sin atreverme a pisar ningún hemisferio al completo. A veces un poco de sol, a veces un poco de nieve. A veces medias sonrisas y a veces medias lágrimas -que tampoco están tan mal- ahora que se acerca el solsticio. Así que déjate de pretender y prométete que éste es tu momento.
viernes, 20 de mayo de 2011
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